Las personas con enfermedades mentales, al igual que todos los demás, tienen derechos esenciales protegidos por leyes nacionales y convenios internacionales. Estos derechos están diseñados para asegurar la igualdad, el respeto por la dignidad humana y la prevención de cualquier tipo de discriminación, garantizando así el acceso a una vida completa y con sentido.
Principios básicos reconocidos por el derecho internacional
El marco legal más relevante a nivel internacional es la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cual incluye explícitamente a las personas con trastornos mentales dentro del término «discapacidad psicosocial». Esta convención remarca el principio de igualdad ante la ley y el rechazo a todo acto discriminatorio por razones de discapacidad mental.
Entre los derechos señalados se resaltan:
1. Derecho a la no discriminación: se prohíbe tratar de manera distinta o desfavorable a las personas con diagnóstico de salud mental en ámbitos como el empleo, la educación, la atención sanitaria o la participación social. Esto implica remover barreras legales, administrativas y culturales que perpetúan el estigma o la exclusión.
2. Derecho a la autonomía e independencia: según la Convención, las personas con trastornos mentales tienen libertad de tomar decisiones relativas a su vida, incluyendo el consentimiento informado sobre las intervenciones psiquiátricas o médicas. Se promueven, incluso, sistemas de apoyo para la toma de decisiones, evitando sustituciones de la voluntad, como la tutela absoluta o la interdicción.
3. Derecho a la salud mental y física: la atención debe ser de calidad, accesible y en condiciones de igualdad. Esto abarca el acceso a tratamientos, terapias de rehabilitación y servicios de apoyo comunitario, priorizando el menor uso posible de internamientos involuntarios y restricciones, en concordancia con los estándares de derechos humanos.
La protección legal a nivel nacional
En muchos países de habla hispana, los derechos de las personas con trastornos mentales están protegidos por constituciones, leyes especiales y códigos civiles o sanitarios. Por ejemplo:
– En España, la Ley General de derechos de las personas con discapacidad garantiza el derecho a la integración completa y la protección constitucional contra cualquier tipo de discriminación.
– En Argentina, la Ley Nacional de Salud Mental promueve principios como la eliminación de los manicomios, el respeto a las decisiones del usuario y el fortalecimiento del apoyo comunitario, prohibiendo las hospitalizaciones prolongadas sin evaluación judicial.
– México ha realizado progresos en reformas que salvaguardan la integridad física, la dignidad y la protección especial de meninas, niños y adolescentes con trastornos mentales.
Ejemplos de vulneración y buenas prácticas
A pesar de los marcos legales, la realidad cotidiana muestra desafíos constantes. Ejemplos de vulneración incluyen el encierro en instituciones psiquiátricas sin causa judicial, la negación de procedimientos médicos por prejuicio, y el aislamiento social, laboral o familiar por razones diagnósticas.
Ante tal situación, ciertas naciones implementan sistemas de cuidado centrados en la integración, como las casas de transición, los círculos de apoyo entre iguales y los planes de empleo con protección especial, mostrando que el ejercicio de los derechos no solo es viable, sino también ventajoso para toda la comunidad.
El rol de la sociedad y el reto de la desestigmatización
Además de la normativa, pesa una responsabilidad ética y cultural: transformar la percepción social para erradicar la estigmatización. Iniciativas de sensibilización, campañas en medios y formación profesional en salud mental son pasos clave para consolidar estos derechos en la vida cotidiana.
El reconocimiento de las prerrogativas
El pleno respeto hacia los derechos de las personas con enfermedades mentales va más allá de lo legal y requiere el compromiso de las instituciones, los profesionales y la sociedad en general. La valorización y aplicación práctica de estos derechos no solo cumple una obligación legal, sino que también representa una manifestación concreta de justicia social, diversidad y humanidad común.