Costa Rica desempeñó un papel singular y multifacético en los procesos de paz que transformaron Centroamérica entre finales de la década de 1970 y principios de la de 1990. Su influencia se basó en una combinación de credibilidad histórica, neutralidad política, activismo diplomático y la capacidad de ofrecer espacios institucionales y humanitarios. A continuación se detalla, con ejemplos, datos aproximados y estudios de caso, cómo y por qué Costa Rica fue actor clave en la consecución y consolidación de la paz regional.
Antecedentes: un país sin ejército y con capital moral
Desde que Costa Rica eliminó sus fuerzas armadas en 1948, estableció una política internacional enfocada en el desarme, así como en el fortalecimiento de entidades civiles y en fomentar la solución pacífica de disputas. Este enfoque ha dado a la diplomacia del país una autoridad moral valiosa en situaciones de tensión en la región. Asimismo, San José ha reunido importantes entidades de derechos humanos y organizaciones interamericanas, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el Instituto Interamericano de Derechos Humanos, los cuales actúan como plataformas para denunciar abusos y promover sistemas de justicia durante y tras los conflictos.
Óscar Arias y el Plan de Paz: propuesta fundamental
Costa Rica tuvo un papel destacado gracias a la iniciativa del mandatario Óscar Arias Sánchez (1986–1990). A través del denominado Plan de Paz de Arias, presentado en 1987, se delineó un camino con acciones específicas: alto el fuego, desmovilización de tropas irregulares, cese de respaldo externo a grupos armados, democratización y monitoreo internacional mediante observadores y comisiones. Este plan proporcionó una base política para lo que más adelante se conocería como la Declaración de Esquipulas II, firmada por los jefes de Estado de Centroamérica en 1987, y promovió procesos futuros como las discusiones en El Salvador y Nicaragua.
El reconocimiento global al liderazgo de Arias se manifestó con la concesión del Premio Nobel de la Paz (1987), representando tanto la validez de la propuesta como el interés mundial que generó la iniciativa de Costa Rica.
Creación de entornos imparciales, mediación y facilitación
Costa Rica facilitó encuentros y ofreció su territorio y su neutralidad como sede de diálogo en múltiples momentos. Aunque no siempre fue la sede formal de todos los acuerdos, su papel de puente diplomático incluyó:
– Apoyo y cooperación con el Grupo de Contadora y su Grupo de Apoyo, que trabajaron en la primera mitad de los años ochenta para buscar salidas negociadas a la violencia regional. – Disponibilidad para acoger reuniones técnicas, acercamientos preliminares y conferencias de seguimiento, lo cual permitió crear confianza entre delegaciones con desconfianzas profundas. – Participación en la observación electoral y en misiones técnicas para la verificación de procesos de paz; observadores costarricenses estuvieron presentes en diversos momentos, aportando experiencia en instituciones civiles y electorales.
Asistencia a las misiones globales y comprobación
Los mecanismos de supervisión internacional fueron necesarios para llevar a cabo los acuerdos de paz. En este contexto, Costa Rica trabajó en estrecha colaboración con las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos, y otros organismos internacionales. Un ejemplo de esta colaboración fue el apoyo a las misiones de observación que se llevaron a cabo en la región a finales de los años ochenta e inicios de los noventa, cuyo objetivo era supervisar la retirada de tropas y la desmovilización de fuerzas irregulares. Por su naturaleza desmilitarizada, Costa Rica brindó importantes capacidades en diplomacia, logística y administración para la operación y mantenimiento de estas misiones.
Ejemplos específicos: Nicaragua y El Salvador
– Nicaragua: El Plan de Paz y la presión regional contribuyeron a crear las condiciones para la celebración de elecciones en 1990, en las que resultó electa Violeta Barrios de Chamorro. Costa Rica no fue el actor único responsable, pero su iniciativa diplomática, su condición de país acogedor para refugiados y exiliados, y su respaldo a la observación internacional fueron factores relevantes en el proceso de transición. Además, Costa Rica ofreció asistencia humanitaria y facilidades para la reinserción de personas afectadas por el conflicto. – El Salvador: Las negociaciones que culminaron con los Acuerdos de Paz de Chapultepec (1992) tuvieron un amplio entramado internacional. Costa Rica apoyó diplomáticamente el proceso, aportó observadores y fue sede de encuentros preparatorios y foros de coordinación regional sobre desarme, derechos humanos y rehabilitación. La experiencia institucional costarricense en administración pública y justicia transicional sirvió como referente técnico para delegaciones y organizaciones no gubernamentales involucradas.
Hospedaje de desplazados y medidas de ayuda humanitaria
Durante las décadas de conflictividad, Costa Rica recibió a decenas de miles de refugiados y desplazados de países vecinos, principalmente de Nicaragua, El Salvador y Guatemala. Ese flujo tuvo efectos múltiples:
– Impulsó la asistencia social y las solicitudes de empleo, creando retos para la integración.
– Demostró el compromiso humanitario de Costa Rica que, más allá de las palabras, requirió inversiones en salud, educación y servicios básicos para personas desplazadas.
– Incrementó la presencia de organizaciones de cooperación internacional y ONG en su área, que, a su vez, mejoraron las redes regionales de apoyo y seguimiento de derechos humanos.
Institucionalización de la paz: SICA y mecanismos regionales
Luego del periodo más crítico de los conflictos, la región tomó el desafío de establecer formalmente la cooperación y unión. Costa Rica fue uno de los miembros fundadores del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) en 1991, promoviendo agendas relacionadas con la gobernanza democrática, los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la resolución pacífica de disputas. Mediante SICA y otras plataformas, Costa Rica promovió procesos para modernizar el Estado, programas de fortalecimiento institucional y proyectos transnacionales de seguridad y desarrollo.
Aportes a los derechos humanos y justicia de transición
La experiencia costarricense en materia de derechos humanos y la presencia de la Corte Interamericana y organismos afines en San José facilitaron que la agenda de justicia se mantuviera en el centro del debate. Costa Rica fomentó investigaciones, apoyo técnico y capacitación en aspectos como: protección de víctimas, reformas policiales, capacitación judicial y proscripción de la impunidad. También sirvió de foro para seminarios y foros especializados que ayudaron a conformar estándares regionales.
Límites y críticas al papel costarricense
Ningún intérprete se libró de las críticas. Entre las restricciones señaladas a Costa Rica se mencionan:
– Alcance limitado frente a la influencia de potencias externas (particularmente Estados Unidos y la Unión Soviética/Cuba) que condicionaron trayectorias de conflicto en la región. – Capacidad material restringida para resolver problemas socioeconómicos estructurales que, aunque no eran la causa única de los conflictos, tenían impacto en la posguerra (pobreza, desigualdad, acceso a tierra). – Tensiones internas derivadas de la gestión de grandes contingentes de refugiados y la percepción doméstica sobre seguridad y empleo.
Aquellas críticas no eliminan el papel diplomático y regulador de Costa Rica, pero suavizan la narrativa de un liderazgo total.
Legado y efectos a largo plazo
El papel costarricense dejó varios legados observables a mediano y largo plazo:
– Democratización efectiva: el apoyo regional y los convenios facilitaron cambios hacia administraciones civiles y elecciones en varios países.
– Reducción del rol militar: aunque no fue total, la tendencia de disminuir la influencia militar en la política fue tomando fuerza, con Costa Rica como un modelo tangible de esta opción.
– Fortalecimiento de las instituciones: el auge de entidades regionales y la cooperación técnica ayudaron a profesionalizar sectores como la justicia, los derechos humanos y la gestión pública.
– Colaboración entre ONGs y redes civiles: numerosas organizaciones que surgieron o se fortalecieron durante los años de conflicto continuaron su trabajo en procesos de reconciliación y desarrollo.
Lecciones transversales
Varias lecciones se pueden extraer del rol de Costa Rica en los procesos de paz centroamericanos:
– La ausencia de capacidad militar puede convertirse en un activo diplomático si se acompaña de políticas coherentes y apoyo institucional. – La construcción de paz exige no solo acuerdos políticos y ceses del fuego, sino también atención a lo humanitario, la justicia y la integración económica.- Los actores pequeños o medianos pueden catalizar procesos cuando ofrecen propuestas técnicamente sólidas, moralmente consistentes y con capacidad de construir alianzas multilaterales.
Costa Rica jugó un papel crucial en el proceso de pacificación en Centroamérica al aportar una combinación de liderazgo político (a través del Plan de Arias), disposición para mediar, hospitalidad humanitaria, fortalecimiento institucional y conexiones con redes de derechos humanos, lo cual ayudó a resolver conflictos y establecer escenarios para la reconciliación. Su impacto no se desarrolló aislado: fue eficaz gracias a la alineación con iniciativas regionales y globales, aunque también se vio restringido por limitaciones inherentes y la intervención de potencias extranjeras. A pesar de esto, el ejemplo de Costa Rica demuestra que una diplomacia fundamentada en principios, la disponibilidad de áreas neutrales y el reforzamiento de instituciones pueden ser tácticas útiles para cambiar situaciones de conflicto en caminos hacia la paz y la gobernanza estable.